El hincha argentino
es muy especial, pasional, fanático, vanidoso e insatisfecho. Si tiene a Messi,
lo compara con Maradona, cuando estaba Diego lo comparaban con Pelé, no faltaba
el viejo que decía: - ah pero ustedes no sabían lo que jugaba el Charro Moreno!!.
Somos así, es parte de nuestra idiosincrasia.
En la zona de rememoran
algunos nombres épicos: el “Bambi” Flores, el “ruso” Strak, Felipe Becerra,
Miguel Batalla, etc y algunos más veteranos hablan de Tito Padín. Hay muchas
glorias. En las épocas más cercanas, las de fotos a color, hay un nombre que
sobresale entre los mortales que jugaron en nuestras canchas: Pablo Ariel
Parra.
“El Chala” ese
chiquito que apareció a los 16 años haciendo goles en la B Nacional definía
como Messi: la cuchareaba de emboquillada (hoy le dicen vaselina) y lo hacía
con suma naturalidad. Era un jugador distinto y nuestro, de la cantera
rionegrina. En tiempos donde se jugaban torneos durísimos donde los grandes del
interior se peleaban por uno o dos cupos en el Nacional B, “el Chala” regó de
magia los ojos y los corazones de hinchas que, Incrédulos veían como este hijo
pródigo del club albinegro se fue trasformando en el máximo goleador de
Cipolletti en torneos a nivel nacional.
Luego fue a River,
pasó por Talleres y Aldosivi. Pero volvió a su casa, en Cipolletti se retiró
profesionalmente muy joven. Sin embargo, ya sin la dedicación al 100 % algunos
equipos de la región disfrutaron de su talento, Pillmatún, Sapere, Fernández
Oro, Villa Iris. Se recuerda un gol a Maronese con el humilde Fernández Oro cuya
mención llena de lágrimas a los fanas del trueno verde. Hizo exquisitas
definiciones, goles hermosos, goles dolorosos (uno con Talleres y otro con
Aldosivi), goles cumbres (es el máximo goleador de los clásicos entre Cipo y
Deportivo Roca), goles épicos (como el gol de media cancha ante Alvarado). Pero
no fueron sólo los goles, el juego del Chala iluminaba las almas futboleras, su
pegada como un poema con la pelota, su talento era un imán para las miradas, su
magia lo hizo leyenda viviente de nuestro fútbol.
Porque un golazo
alegra, muchos goles provocan euforia, cuando a los goles se le suma fantasía, la hinchada se enamora. Si esa figura es además del club se transforma en
ídolo.
Algunos hinchas insatisfechos lo criticaron, porque a los más grandes siempre los exigen; algunos no le perdonaron goles recibidos, pero nadie puede negar su talento, la inmensa eficacia goleadora ni las alegrías que supo generar con su fútbol. Los que vimos tus goles, los que disfrutamos tus lujos, los que
compartimos alegrías y tristezas desde este lado del alambrado, ahora que el
tiempo pasó, sólo tenemos una palabra para describir las sensaciones que
despiertan tantos recuerdos: GRACIAS, gracias por la magia, gracias por las emociones, gracias por tanto fútbol.
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