Hace 3 años Mario Neri sufría un paro cardíaco. Símbolo de Argentinos del Norte, el gordo fue un baluarte en las divisiones formativas. A modo de homenaje compartimos este cuento.
Hoy te vi, gordito, me alegré tanto. Ya sé que hace mucho que no te dedicaba parte de mi tiempo, pero no es intencional, cuando uno se vuelve adulto corre detrás de los problemas y se olvida de los placeres del alma.
La cuestión es que te vi. En la canchita de tierra al lado del poli; fue un pelotazo largo al cajón y allá fueron dos defensores y el delantero. En los picados de barrio no hay pilcha que diferencie los rivales, pero se notaba que dos de ellos eran defensores por la tensión de sus puños, por las facciones de su cara preocupadas por detener el avance del flaco, que con su cuerpo, se perfilaba hacia la pelota. Con el control del balón llegó la primera finta, que hizo pasar de largo a sus seguidores; el más alto se repuso inmediatamente pero en la avidez de retomar posición no vio el toque sutil del lánguido goleador y la pelota se deslizó lentamente entre sus piernas. El otro defensor desprovisto de recursos fue decidido a derribar al que los humillaba pero con un salto, el habilidoso se fue con la sonrisa plena de cara al arco. Y ahí, te vi, en la sonrisa del pibe que disfruta. El fútbol como la vida se puede disfrazar de tantas formas, yo elijo la que me enseñó el gordo Neri, soñar jugando hasta que se alegre el alma.
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