Se jugaba el partido revancha de los cuartos de final del Torneo Federal C, La Amistad que en la ida había goleado 4 a 0 recibía a Centenario. El local ganaba 1 a 0 y faltando 10 minutos desde las tribunas se escucha el aliento incesante. El fútbol despierta esa euforia, el colorido y el grito conjunto incluso se empieza a sentir en lugares no tan afectos a la expresión colectiva como en Europa y Asia. Pero lo que sucedía en ese recóndito estadio por la quinta categoría del fútbol argentino no es habitual en otros lares porque los que gritaban entusiasmados hasta desgarrarse eran los hinchas de Centenario que estaban quedando eliminados con un resultado global 0-5.
Sólo entrando en el contexto de nuestro fútbol puede comprenderse tanto cántico apasionado, en tiempo de sobredosis de exitismo, el humillado recibe una ovación que opaca incluso al orgulloso aplauso de los locales. Esto no significa que no hubo reproches, hubo quejas y en demasía, pero ante la imposibilidad de la hazaña, el público se entregó entero a sus colores. En pocas oportunidades un equipo que es goleado por 4 tantos en su casa lleva de visitante, más gente que su rival y el desconsuelo se hizo canción. Se cantaba porque a diferencia de otros planteles de este club, en este equipo había mucho material del semillero, porque la gente de la Colonia colmó todas las canchas donde fue en una categoría que no acostumbra a tener concurrencias importantes. Se gritaba porque se terminaba una ilusión, porque la tristeza se sobrelleva mejor recordando el orgullo que nos une, pero se cantaba principalmente por amor, por amor a la camiseta, a los colores, por amor al club. Por eso si algún sociólogo se acercó a investigar por qué los que pierden parecen más felices que los que ganan, seguramente se fue de caravana con la gente de la Colonia porque para entender al hincha hay que sentir más que analizar.
Nos merecemos otra categoria esta claro, llebamos mas gente y tenemos mejor cancha q la mayoria de los equipos de rio negro y nqn q juegan argentino A
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