lunes, 27 de marzo de 2017

Hay goles que arrastran una historia

 Alguna vez escuché en una grada, "hay goles que arrastran una historia de vida y eso se vive en el fútbol nomás". Este fin de semana el Deportivo Confluencia debutaba en el torneo porque tuvo fecha libre en la jornada inicial.

  Los chicos de formativas lo vivieron con mucha euforia, la ansiedad de jugar por los puntos se le sumaba a la expectativa propia de todo debut. El granate del Este neuquino, tiene una importante labor social y este viernes en el partido de sexta división se vivió un momento conmovedor para el club.
Rodrigo Rubilar marcó un gol y salió desaforado a gritarlo de cara al cielo, detrás suyo una fila de niños se sumó formando una montaña de alegría. Para quien no conoce el contexto podría atribuir tanta algarabía a que es un equipo muy humilde que ha sufrido muchas goleadas años anteriores porque cuesta juntar chicos en esa categoría, se completan con jugadores más chicos y muchas veces se presentaron en inferioridad numérica.  Lo cual es cierto pero hay mucho más en el trasfondo de ese gol porque uno ve que hasta los profesores tienen un brillo en sus ojos.
Rodrigo Rubilar, llegó al Club junto a su hermano  (2 años mayor), ambos, siempre predispuestos con mucho esfuerzo  y dedicación participaron en cada entrenamiento aunque para ello deban caminar 30 cuadras. Diego Chagumil, uno de sus técnicos recuerda que al llegar Rodrigo le dijo: "juego donde me necesites, puedo atajar defender o donde quieras". El profe continúa describiendo "es un chico muy bueno, respetuoso, compañero, tiene ese toque especial de verlo siempre con el mejor ánimo aunque pase y pasó muchas cosas. Tanto él como el hermano son así". Los chicos vienen de una familia muy sufrida, hace dos años asesinaron a su padre, el Club los abrazó e intentó desde el amor de sus compañeros y profes darles un lugar donde estén cómodos y se sientan mejor. La vida suele ser muy cruel y difícil pero hay que seguir. El 24, fue el cumpleaños del director técnico, "fue el mejor regalo que pude recibir" dijo recordando el momento. Por eso el viernes cuando Rodri hizo el gol, no era un festejo más, la emoción se hizo grito, el cariño que él supo sembrar se hizo abrazo, el fútbol apenas el canal para inventar un cúmulo de felicidad y déjeme imaginar que entre esa montaña de amigos alegres que festejaban estaba el amor de un padre, que orgulloso de su hijo, se escapó unos segundos de cielo para disfrutar de la sonrisa de su pibe.

1 comentario:

  1. Que bueno que el fútbol y sobre todo el deporte nos regalen estas historias!

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