domingo, 6 de diciembre de 2020

Sensaciones de un hincha


   Cipolletti empató en San Juan ante Desamparados con un hombre menos desde los 16 minutos del primer tiempo, atajando un penal y jugando un buen segundo tiempo. Fue el primer partido después del aislamiento que tuvo 9 meses sin actividad oficial para los equipos del Federal A. A continuación les dejamos un escrito con sensaciones de un partido especial desde lo emocional.

Pasaron 264 días para volver a ver al Albinegro jugar oficialmente, fue extraño verlo por una pantalla con tribunas y corazones vacíos. La pandemia golpeó duro por estos lados, entre la ansiedad de la abstinencia de este amor de tribuna, el virus lastimó a nuestra gente. Se fueron los 2 jugadores que más vistieron la casaca cipoleña en la primera división, entre el Bambi Flores y Rafael Yanani, se contabilizan poco más de un centenar de partidos en los viejos Torneos Nacionales. También Miguel Ángel Díaz, quien para muchos fue el defensor más lujoso de la historia del club. Además, se fueron personas entrañables de nuestra hinchada, esos hinchas que aman en secreto, no necesitaban mostrar sus credenciales, eran fieles seguidores del albinegro. No quiero mencionar a todos porque seguro omitiré a varios, pero cuando Jara entró con la 10 no sólo pensé en el Diego, (que no voy a describir lo que significa para los futboleros porque me parece innecesario) sentí un escozor raro, me imaginé a mi amigo frente al monitor tratando de enlazarse en un abrazo imaginario con el padre que desde ahora alienta en el cielo. La melancolía se transformó rápidamente, porque a los 2 minutos Cipo ya perdía 1 a 0. El albinegro tiene esas cosas, un huracán de sentimientos que se golpea una y otra vez con la cruda realidad. Desamparados era una tromba, a los 16 el experimentado Facundo Quiroga se hace expulsar y tiene que entrar el pibe Orellana para un debut caliente y complicado. Encima era San Juan, que te hace acordar a la final del 95 con San Martín donde 500 hinchas alentaron sin cesar y en el regreso, Tito y el Ñato perdieron la vida en ese maldito accidente cuando uno de los coles volvía y se chocó con un camión sin luces. Algo iba a suceder, eran demasiadas emociones juntas como para terminar en una goleada en contra, (ya no tenemos a Armentía en el arco pensé riéndome solo de mi propio chiste). Pero mi augurio optimista, se derrumbó a los 45 cuando un centro tocó en la mano de Wagner, que saltó como bailarina, con las manos en el aire, sin embargo, Julio Felipe Luna (uno que hace mucho se fue) pidió permiso en el cielo para aconsejar a Caprio y en esta transfiguración mágica entre el primer y último arquero albinegro, Cipo se salvó del segundo. Una gran atajada de Caprio, pero permítame el uso de esta figura retórica para enaltecer la historia albinegra recordando al primer arquero en atajar penales en torneos a nivel nacional.

La cuestión es que se terminó el primer tiempo con un gol abajo y un hombre menos. "Con historia no se ganan los partidos, pero déjenme creer que una influencia tiene el pasado, al menos para que no sea tan lastimosa esta realidad", pensaba mientras recordaba como pude ver en ese estadio como Cipolletti se salvaba del descenso con 2 goles de Germán Alecha. En ese partido no estaba permitido el público visitante, cuando el Tortugón hizo el segundo, la hinchada invadió la cancha y los jugadores de ambos equipos tuvieron que irse corriendo a los vestuarios. El víbora estaba descendiendo, pero en otra cancha se daban otro resultados que podrían salvarlo si daba vuelta el partido, se corrió la voz y en dos minutos volvieron todos a las tribunas para que se reanudara el juego. Los árbitros lo dieron por suspendido, la verdad era que no estaban dadas las garantías. Cipo se había salvado, antes de salir del estadio veo a dos hinchas del albinegro que habían ido infiltrados, uno de ellos era Marcelo Ferrada. Lo saludé a la distancia, yo sabía lo que significaba estar ahí, no solo porque nos habíamos salvado del descenso, si no por lo que èl había vivido. Marcelo venía en el cole que tuvo el accidente en el 95. Era un adolescente, y terminó hospitalizado en San Luis. Estuvo un mes internado en esa provincia y volvió en silla de ruedas, recuerdo el esfuerzo y la angustia de sus padres por acompañarlo. Al año volvió a caminar. Nunca dejó de ir a la cancha. Marcelo en esta pandemia perdió a su abuela. Mientras pensaba en eso, empezaba el segundo tiempo y sumaba motivos para creer que Cipo volvería a ser Cipo. 

Como si fuera una obligación cósmica, el Albinegro empezó a atacar. No se sentía que tuviese un hombre menos. Pero se desperdiciaban las chances, no muy claras, Cipo era superior, pero tampoco lo apabullaba. El merecimiento ya era futbolístico. A los 36 Aguirre y García en una mezcla de garra y gambeta, pelean una pelota entre 4 jugadores de Desamparados y el último de ellos, baja al delantero albinegro a centímetros del área. Tiro libre ideal para un zurdo. Diego Aguirre se hizo cargo, le pegó fuerte al palo del arquero que dio un paso adelante y ya no pudo regresar a tiempo. Gol de Diego para Diego, el neuquino lo fue a festejar al lado de una bandera dedicada a D10s. El mundo del hincha es así, hace falta tan poco para acariciar la felicidad, hace bien el pibe en mirar al cielo, las nubes revolotean de gozo. Estoy seguro que mi amigo, el chino, sintió el abrazo de gol. Y que quiere que le diga, Cipolletti no ganó. La realidad no suele ser como en las películas con finales ganadores. Sin embargo, hoy la gente sonríe en la Patagonia, volvió el sufrimiento y el placer, todo junto encerrado en un sentimiento vestido de blanco y negro.

Foto: Facebook Club Cipolletti

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